Pocas veces algo tan sencillo , resulta tan sublime. Esta es la conclusión que pienso al acabar de ver esta película. Y es que Yimou me fascina por los cuatro costados, incluso en algo tan barroco y magistral como La casa de las dagas voladoras.
Esta película es una poesía en movimiento. Desde la fotografía, tan bella hasta la música que se mete en el alma y te mece dulcemente durante todo el tiempo. Una poesía al amor y a los sentimientos, transmitidos fantásticamente en cada uno de los planos cortos y medios de la cara de la protagonista , los cuales hemos pensado, comprendido, sentido y vivido , sin necesidad de palabras ni artificios. Emociones no habladas expuestas en esos primeros planos espectaculares. Pura magia. Y magia también en la presentación de un presente en blanco y negro , lleno de realismo con un pasado esplendoroso lleno de vida, nostalgia y esperanza. Muchos son los símbolos mostrados con sutileza, como el pozo, fuente de vida y al mismo tiempo del amor que emanaba y que se convierte en veneración, el cuenco, como simbolo de entrega y generosidad , unq generosidad que se nos ofrece también en la escena del arreglo de la escuela, ¡ cuánto amor ¡, y que en la escena de los tallarines cobra una gran fuerza al quedar roto , como su corazón.
Destacar aquí el papel de la madre ciega y el conocimiento hacia los sentimientos de su hija con la escena del reparador y la forma maravillosa en que nos presenta el arreglo del cuenco. Es una parte bellísima. Y otro símbolo, quizas el más significativo para mí, el camino. El camino de la vida, el camino hacia el encuentro, el camino de la esperanza, el camino de la comprensión ( en el hijo, hacia su madre viuda), el camino hacia la transmisión de conocimientos , el camino hacia el amor y el camino hacia uno mismo. En definitiva , el camino que el hijo encontró finalmente. Gracias por proponer peliculas como esta que te dejan el alma plena en todos los sentidos.
¡Que chulería de ficha, tío!
ResponderEliminarPocas veces algo tan sencillo , resulta tan sublime.
ResponderEliminarEsta es la conclusión que pienso al acabar de ver esta película. Y es que Yimou me fascina por los cuatro costados, incluso en algo tan barroco y magistral como La casa de las dagas voladoras.
Esta película es una poesía en movimiento.
Desde la fotografía, tan bella hasta la música que se mete en el alma y te mece dulcemente durante todo el tiempo.
Una poesía al amor y a los sentimientos, transmitidos fantásticamente en cada uno de los planos cortos y medios de la cara de la protagonista , los cuales hemos pensado, comprendido, sentido y vivido , sin necesidad de palabras ni artificios.
Emociones no habladas expuestas en esos primeros planos espectaculares.
Pura magia.
Y magia también en la presentación de un presente en blanco y negro , lleno de realismo con un pasado esplendoroso lleno de vida, nostalgia y esperanza.
Muchos son los símbolos mostrados con sutileza, como el pozo, fuente de vida y al mismo tiempo del amor que emanaba y que se convierte en veneración, el cuenco, como simbolo de entrega y generosidad , unq generosidad que se nos ofrece también en la escena del arreglo de la escuela, ¡ cuánto amor ¡, y que en la escena de los tallarines cobra una gran fuerza al quedar roto , como su corazón.
Destacar aquí el papel de la madre ciega y el conocimiento hacia los sentimientos de su hija con la escena del reparador y la forma maravillosa en que nos presenta el arreglo del cuenco. Es una parte bellísima.
Y otro símbolo, quizas el más significativo para mí, el camino.
El camino de la vida, el camino hacia el encuentro, el camino de la esperanza, el camino de la comprensión ( en el hijo, hacia su madre viuda), el camino hacia la transmisión de conocimientos , el camino hacia el amor y el camino hacia uno mismo.
En definitiva , el camino que el hijo encontró finalmente.
Gracias por proponer peliculas como esta que te dejan el alma plena en todos los sentidos.